Den al César lo que es del César
S an Mateo nos narra que Jesús es puesto a prueba por los fariseos, quienes enviaron a varios discípulos con algunos herodianos para preguntarle si está permitido o no pagar el impuesto al César (Cfr Mt 22, 15-17). Jesús, 'conociendo su malicia, les dijo: 'Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto'. Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó: '¿De quién es esta figura y esta inscripción?'. Le respondieron: 'Del César'. Jesús les dijo: 'Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios' ' (Mt 22, 17-22). El tema en cuestión es el tributo al César, que, como sabemos, es una realidad que sufrieron tanto el pueblo judío como las comunidades cristianas durante el imperio romano. Luego, ante el intento de complot del grupo, la respuesta de Jesús es inesperada, definiendo hábilmente la problemática propuesta, colocando la autoridad del César en su lugar con respecto a Dios. Si hubiera respondido afirmativamente podía ser acusado de colaboracionismo, y si hubiera respondido de modo negativo podía ser considerado como un subversivo. Así, su respuesta, en vez de contraponer busca unir. Tampoco tuvo la intención de dividir el mundo, como si los dos reinos se excluyeran mutuamente. Siendo su mensaje no partidista, sino universal, nos invita a cumplir con nuestros deberes cívicos o, mejor dicho, los cristianos debemos también ser buenos ciudadanos. Esto significa comprometernos con la sociedad en la cual nos corresponde vivir. La fe no es un obstáculo para mejorar la sociedad y el mundo en el cual nos toca vivir, al contrario nos empuja a trabajar por la justicia y la paz, y por un auténtico desarrollo. La fe no es el opio del pueblo, sino la levadura en la masa, pues no adormece, sino que anima a trabajar por una sociedad más humana, más solidaria, de una profunda esperanza (cfr 1 Tes 1, 1-5). San Pablo nos hablará de la obediencia legítima y la obligación de pagar los tributos (Cfr Rom 13), lo que no resta nada a la autoridad superior de Dios. Sólo en el caso de que el estado quisiera reclamar algo que pertenece exclusivamente a Dios. Por lo tanto, la Iglesia no puede encerrarse en sí misma, pues su acción debe desarrollarla en el mundo. Es en él donde debe desarrollar su acción evangelizadora, anunciando de modo explícito el Reino de Dios y buscando su transformación. En este sentido, el Papa Francisco nos anima, recordándonos que debemos cultivar la 'alegría de la evangelización', conscientes de que Jesús llena nuestro corazón y nuestra vida entera.