Como chileno, y más aún como puertomontino, es imposible no sentir alegría por la nueva vida que hoy tienen 255 familias que hasta fines de 2012 habitaron el campamento de Las Camelias, ubicado en el corazón de unos de los barrios más importantes de nuestra capital regional.

En su mensaje del 21 de mayo de 2012, el Presidente Sebastián Piñera anunció la radicación de 60 campamentos a lo largo de Chile, y entre ellos mencionó a Las Camelias.

El campamento más grande de la Región de Los Lagos y uno de los más importantes del país. De inmediato se inició junto al municipio de Puerto Montt, el trabajo para transformar un campamento en una población de verdad, con casas dignas para las familias que por años ocuparon en forma ilegal estos terrenos. La visión con la que se desarrolló este proyecto la vemos culminada hoy, que estos chilenos puedan seguir viviendo en el mismo espacio, pero ahora con una vivienda digna, con servicios básicos, áreas verdes, juegos infantiles, calles, dejando atrás el barro en el invierno y el polvo en el verano.

Recuerdo claramente el tibio sol de la mañana del 27 de marzo de 2013, ocasión que como intendente regional encabecé junto a los pobladores y sus líderes la ceremonia de colocación de la primera piedra de este conjunto habitacional, que hoy ya construido es un testigo del enfoque social del servicio público y su relación con la comunidad. Aquí el trabajo de nuestro Gobierno con el municipio de Puerto Montt, y el esfuerzo de los vecinos y sus dirigentes por mejorar su calidad de vida dieron frutos, los que se alcanzaron con un diálogo sincero, abierto, empático y sin discriminación de ningún tipo.

Con estos imborrables recuerdos en la memoria, hoy cuando a través de El Llanquihue hemos sido testigos a la distancia de la alegría de cada una de las familias que recibió su casa y dio un salto trascendental en su calidad de vida, sólo me queda enviarles un abrazo y desearles el mejor futuro para ellos y sus hijos, que son los verdaderos protagonistas de que Chile avanzó con todos.

La decisión del Concejo Municipal de Puerto Montt, de no normar la altura en las construcciones que se hagan de aquí en adelante en la costanera de la capital regional, ha generado polémica; porque es altamente impopular no considerar la mirada ciudadana que desde el sentido común, busca recobrar la imagen tradicional que ha acompañado a la bahía de Puerto Montt.

Lo cierto es que más allá de la defensa de los intereses de unos y otros, y hasta la razonable justificación que puedan tener en sus argumentos; lo que la comunidad demanda de sus autoridades es consecuencia -que lo que se dijo en algún momento se cumpla-; que en la administración de sus facultades haya visión de futuro -y no atender solicitudes coyunturales-; y lo que es más importante, es que exista un plan de ciudad que responda a los intereses transversales de la comunidad y con un destino común e identitario. Desde luego las autoridades están para representar a sus electores, y las decisiones les pertenecen; porque de lo contrario sería imposible avanzar consultándole a todo el mundo sobre todas y cada una de las normativas a aplicar -pese a que en este caso se desarrolló un proceso de este tipo-; pero cabe preguntarse si es que lo resuelto es lo que esperaba la comunidad, y si es que lo obrado encarna fielmente el espíritu que como ciudadanía queremos impulsar. ¿Puerto Montt anhela con convicción, porque responde a un plan estratégico de desarrollo, dotar a la costanera de grandes construcciones que obstruyan la mirada al mar? ¿Es eso a lo que aspiramos? Porque si hay coincidencia en aquello habrá que ver qué tipo de construcciones definirán dicha identidad, que responda a una línea determinada de edificaciones. Ahora, si la comunidad no quiere aquello, estaríamos en un problema, porque los tiempos han cambiado, el país ha cambiado, y hoy la ciudadanía está empoderada y no siempre se conforma con las decisiones de sus autoridades. En consecuencia, se puede abrir allí, un nuevo foco de discusión. Ahora, coincidamos en que está polémica no se hubiese producido si en el pasado si hubiesen adoptado otro tipo de decisiones, por un lado; y si es que las construcciones que hoy son parte del paisaje fuesen amigables con el entorno. Pero como nada de ello ha ocurrido, la discusión, da la impresión, recién comienza.