Otra buena nueva para Puerto Montt -sobre todo para sus primigenios orígenes- viene a constituir la puesta en marcha de la innovadora Escuela de Arqueología para Niños, que funcionará a través de talleres periódicos con alumnos de establecimientos educacionales municipalizados, con la finalidad de fortalecer la identidad patrimonial puertomontina, haciéndola germinar en el alma de las nuevas generaciones. Un mundo infantil-adolescente, que así aprenderá a valorizar la esencial importancia del generoso pretérito local, que con tanta elocuencia se manifiesta en las reliquias de nuestros antepasados descubiertas en Monte Verde y en los conchales de Isla Tenglo y de la Carretera Austral.
Esta iniciativa educacional, destinada a formar ciudadanos respetuosos y querendones de nuestra historia y sus tesoros aún vigentes, ha tenido la virtud de hacer revivir el imperativo de rescatar de la anestesiadora indolencia que envuelve, desde hace varios lustros, al yacimiento arqueológico de Monte Verde. Uno de los hallazgos de la mayor importancia científica e histórica de los últimos tiempos, al confirmar a Puerto Montt como la cuna de la civilización americana. Así enfatizado por su descubridor, el célebre arqueólogo estadounidense Tom Dillehay, quien se ha mostrado inquieto por la larga demora habida en desarrollar el hito y su entorno, para que así pueda promoverse a los cuatro vientos y ser conocido por la comunidad internacional, incluyendo a la nacional.
Se sabe que hay interés en darle, por fin, un impulso definitivo al desarrollo de Monte Verde, mediante la construcción de un Museo, que preservará el millar de piezas encontradas y que testimonian la existencia de indicios de civilización americana de hace 12 mil 500 años, a 30 kilómetros de nuestras riberas marítimas en el seno del Reloncaví. Propuesta que, al mismo tiempo, incluye la habilitación de un complejo que recreará esos primeros asentamientos humanos en el mismo lugar donde existieron.
Sin embargo, este proyecto -de gran importancia también como atracción turístico-cultural para Puerto Montt- no llega a trasponer la línea de las buenas intenciones, sin que se advierta algún paso concreto que asegure su materialización.