Actitudes ante la Palabra
San Mateo nos narra la famosa parábola del sembrador. Es la forma elegida por el Jesús para explicar que la Palabra de Dios puede ser acogida o no en nuestros corazones.
Jesús dice que el sembrador salió a sembrar y al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron (cfr Mt 13, 4). Se refiere a las personas que oyen la Palabra de Dios, pero no la comprenden, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en el corazón (cfr Mt 13, 19). En efecto, con mucha facilidad el demonio, dado que el hombre no entiende y no quiere entender el querer de Dios, hace todo lo posible para arrancar del corazón el fruto de la Palabra del Señor. Otras semillas cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, brotaron, pero al salir el sol se secaron y, por falta de raíz se secaron (cfr Mt 13, 5-7). Este caso representa al hombre que escucha la Palabra de Dios, la acepta con alegría, pero no puede echar raíces porque es inconstante. Es más, cuando sobreviene alguna tribulación o persecución sucumbe inmediatamente (cfr Mt 13, 20-21). Se trata de personas que tienen un entusiasmo pasajero, pero dada su superficialidad y falta de perseverancia la Palabra no echa raíces. Otras semillas cayeron entre espinas, pero al crecer éstas las ahogaron (cfr Mt 13, 7). Se trata del hombre que escucha la Palabra de Dios, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de de las riquezas la ahoga, impidiendo que pueda dar fruto (cfr Mt 13, 22). Se trata de personas cuya meta en la vida es la acumulación de riquezas, la fama y el poder, donde la excesiva preocupación por el bienestar material impide la acción de Dios, pues Él no está en el primer lugar del corazón del hombre.Dios quiere que trabajemos y seamos útiles a los demás. Pero el problema es perder el horizonte de lo que hacemos. Podemos trabajar para ganarnos el pan de cada día, para servir a los demás. Pero el problema se presenta cuando perdemos el horizonte y trabajamos sólo para prosperar y tener éxito. ¿Cuál sería el campo ideal para sembrar la semilla de la Palabra de Dios? Sería la buena tierra, de modo que rinda los frutos esperados (cfr Mt 13, 8). Es el hombre que escucha la Palabra y la comprende, de modo que produce fruto (cfr Mt 13, 23). Es lo que Dios desea de cada uno de nosotros, un corazón disponible para acoger la Palabra de Dios. La acogida en el corazón producirá un cambio, una renovación interior, que necesariamente deberá concretarse en acciones, de paz, de bondad, de justicia y amor sincero por los demás, especialmente por los más pobres y los que sufren.