Ayer es mañana
Eternas serán las canciones y miles los litros de tinta viajando en poesías dedicadas al olvido. El problema es que el olvido no olvida y por lo tanto vive siempre en el presente; y debe ser eso mismo lo que provoca que no soltemos el pasado. Muchos son los cliché ilustradores de aquellas disque gloriosas épocas como el célebre 'todo tiempo pasado fue mejor'.
Entre nos, en realidad, todo esto es una triste alegoría que pretende dar respuesta a que lo que ocurre hoy simplemente es inaceptable, con el único atenuante de que está mal hecho. Internet es malo para los jóvenes, el consumismo nos mata, la comida es una porquería, la educación no funciona, los precios están por las nubes, la delincuencia crece, el gobierno es malo, el otro también, la selección no hace un gol, bla, bla, bla.
Ante tanto problema aparentemente insoluble, resulta convincente refugiarse en un espacio inalterable. Sin embargo, existe un pero. Cuando nos referimos al pasado, estamos hablando de un presente que tuvieron nuestros padres, del que también se quejaban y en el cual se remitían a otro pasado que fue el de nuestros abuelos, y así sucesivamente. En conclusión, la vida siempre fue un disco rayado remitiendo constantemente a un tiempo que creemos ha sido fuente de inspiraciones, libertades y alegrías constantes, de ríos cristalinos y buena gente alrededor. Pero es ficticio.
Lo que realmente se rememora es a la niñez, cuando la cabecita estaba vacía de factores que alienasen el pensamiento divergente y creador, donde una lata era un edificio y una madera el carro de bomberos que venía a apagar un incendio. Los problemas cotidianos eran gravísimos, el que se pinchara la rueda de la bicicleta podría traer consecuencias catastróficas, entonces, debía aparecer una maña que solucionara la situación. Y si hace memoria, usted hacía aparecer la solución y la bicicleta volvía a andar.
Se me ocurre entonces pensar si habremos resignificado la maña. ¿Habremos apagado el incendio? ¿Parchamos realmente nuestras ruedas? Quizás podríamos hacer el esfuerzo de limpiar un poco los prejuicios y poner la frente más alto. Después de todo, lo único que nos queda por delante es el futuro.